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El Castigo De Vainova

  • Writer: Cathy Rubinos
    Cathy Rubinos
  • Feb 28, 2017
  • 4 min read

Febrero, 28 a Marzo, 01 del año 2009 (primer año)

Monolo estuvo buscando a Sophie durante algunos minutos. - No me avisaste que ibas a estar por acá. ¿Está todo bien? ¿No tienes frío? Hay mucho viento acá afuera-.

Sophie le respondió con un movimiento de la mano, indicándole que se sentara a su lado. Estuvieron en silencio por unos segundos y luego ella empezó. - A veces me gusta oír el sonido del viento cuando se lleva a las hojas secas. Pareciera que existe todo un proceso de la naturaleza para limpiar hasta incluso lo que no está sucio aún. Como si alguien más allá estuviera soplando en un suspiro y eliminando un poco de nostalgia.

En fin, también estaba esperándote. Tengo algo para ti. Anoche me fue revelado un secreto, un encargo que tengo y quiero hacerte llegar. Estaba justo aquí, cuando escuché una voz que no me dejaba interrumpirla. No quería ser interrumpida porque tenía prisa y quería que yo entendiera bien lo que me iba a decir. -

Hace muchísimo tiempo, cuando los dioses vivían con los humanos e interactuaban con ellos, cada cierto tiempo se reunían para hablar sobre su reinado en la tierra. Cuántas lluvias habría este mes, este año, en cada lugar. Quiénes deberían ser las personas con mayor poder, influencia, dinero. Quiénes debían ser castigados o premiados. Cuántos niños iban a nacer y cuántas niñas iban a morir. Cuántas niñas se convertirían en mujeres y cuántos niños se entercarían con guerras. Quiénes ganarían éstas y cuál sería su trofeo.

En una oportunidad, Vainova, la hija de Cronos, una semidiosa hermosa y presumida, pero muy inteligente, fue invitada para que presenciara una de estas reuniones. Ella no tenía derecho a opinar, pues no era un dios como el resto. Sin embargo, durante la reunión, cuando Zeus propuso eliminar a un pueblo por haber intentado obtener los poderes de Poseidón y peor aún, haberlos conseguido por la fuerza, ella, con lágrimas en los ojos suplicó por el pueblo.

Zeus, quien no estaba de acuerdo desde un principio en que ella participara de dicha reunión, inmediatamente la mandó a callar. Pero ella insistía. - Por favor, por favor. Déjenme explicar. Yo le pedí el reflejo de la luna a Febrio, un humano, líder del pueblo Drimbesia, pueblo al que ustedes quieren castigar. Es culpa mía, todo es mi culpa, yo sólo quería una prueba de valentía y ahora todo el pueblo tiene que ser castigado. Por favor, se los ruego-

Zeus, enfadado por la osadía de la muchacha, la mandó a encerrar en una cabaña sin ventanas y gritó: “No saldrás de ahí por atreverte a desafiarnos… estarás encerrada los 365 días del año”. Ella aceptó la sanción. No podía negarse, la ira de Zeus era tan grande que temía por el castigo que podría imponer a Drimbesia, el hogar de Febrio, de quien se había enamorado hacía muchos años.

Estuvo encerrada por 4 años, y no se quejó ni una sola vez; sin embargo, Cronos, no podía soportar ver a su hija perder la juventud y junto a ella su belleza, así, encerrada. Durante todo este tiempo quiso convencer a los dioses de que la perdonaran, pero la decisión de Zeus era firme y por más que el tiempo había avanzado a su ritmo, nadie olvidaba a la joven semidiosa que incentivó al hombre a vencer a un dios. Cronos, recordó las palabras de Zeus al castigar a su hija: “…estarás encerrada los 365 días del año” y, como para entonces un año siempre tenía 365, se le ocurrió una idea: modificaría todo lo que le sea posible por que la tierra tarde un día más en dar la vuelta al sol; así su hija podría salir al menos un día al año.

Entonces, Cronos utilizó todos sus poderes y por más que sabía que era riesgoso y que iba a tardar muchos días en lograrlo, por amor a su hija lo intentó. Cada día aumentaba un minuto más a la órbita de la tierra en su danza con el sol. Y así continuó por varios días, varios meses, hasta que pasó casi un año, 360 días para ser exactos, cuando Zeus se enteró del ingenio y atrevimiento de Cronos. No pudo deshacer lo que Cronos ya había hecho, pero sí pudo privarlo de algunos poderes para que ya no alterara más al recorrido de la tierra. Al final, Cronos había ganado 6 horas al año, 6 horas en las que Vainova podría salir del encierro y sentir la libertad casi olvidada; y como ella había sido castigada un 28 de febrero, las 6 horas adicionales empezaban cuando este día había terminado. El trabajo de Cronos no fue perfecto, porque fue interrumpido, pero por mucho tiempo en la tierra se tuvo un día de 6 horas, el 29 de febrero, el único día en el que Vainova era libre. Sin embargo, este día no siempre tenía luz, a veces duraba solo durante la noche. Vainova lo encontró encantador, un año podría ver solo las estrellas, otro año podría ver el amanecer, otro podría ver el atardecer y otro, disfrutar de la tarde y del viento.

Mucho tiempo después, cuando Vainova ya había dejado el cuerpo, dejó de existir el día de las 6 horas. Los hombres crearon el día de las 24 horas, también denominado 29 de febrero, con el que contaban sólo cada 4 años.

Pero el verdadero 29 de febrero, es el de 6 horas, las seis horas que le regalaban un amanecer a la hija de Cronos (de las 6 hasta las 12 horas del 01 de Marzo del año 2). Las seis horas que le prestaban a Vainova una tarde fresca (12 a 18 horas del 01 de Marzo del año 3). Las seis horas que Cronos robó para la castigada que le venía con ocasos (de las 18 a las 24 horas del día adicional del año bisiesto); y finalmente, las que la recargaban con estrellas y lunas, pocas lunas, que hoy son las seis primeras horas del 01 de marzo del año siguiente al bisiesto, del año 1, de un año como este.

Vainova aún pasea por el mundo el día 29 de febrero de seis horas, todos los años. Se lleva las hojas secas como estas, o se reconcilia con Poseidón en las olas del mar, o simplemente contempla.

Sophie se mantuvo en silencio por unos segundos, esperó que sean las 12 y unos segundos más y continuó: “Bueno, todo esto para desearte un feliz 29 de seis horas… feliz cumpleaños….”

 
 
 

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